Lo primero que conviene tener en cuenta es
que la isla de Santo Domingo – llamada Haití por los indios taínos que la
habitaban – era un espacio relativamente domesticado cuando llegaron los
primeros europeos hace 500 años. Cuando Colón desembarcó en la isla en 1492, el
espacio insular había experimentado los efectos de la acción humana continua a
lo largo de casi 4,000 años.
Las concentraciones de tóxicos en el aire que respiran
los habitantes de la República Dominicana están llegando a los límites máximos
permitidos por las normas ambientales. Los responsables son la circulación
de vehículos obsoletos, las plantas eléctricas, algunas industrias y la
música estridente de los centros de diversión, en cuyo entorno la gente casi no
puede dormir.
Eso quizás explique los graves
casos de muchas de las enfermedades respiratorias y auditivas y de la
piel que sufren miles de sus habitantes.Su tratamiento incide en el gasto
de los hospitales públicos, a donde va a parar la mayoría de los
enfermos que no pueden pagar una clínica privada.
El estudio elaborado por la Oficina de
Desarrollo Humano del PNUD, cuyo capítulo ambiental fue trabajado por la
Ingeniera Indhira de Jesús, identifica a las ciudades de Santiago, La Vega, San
Pedro de Macorís, Bonao, La Romana, Haina y los municipios de la provincia
Santo Domingo como las zonas más afectadas por la contaminación ambiental.
Citando el diagnóstico de Medio
Ambiente, el Informe indica que las comunidades más afectadas sufren
principalmente problemas relacionados con el ruido, la degradación atmosférica,
la existencia de cañadas y el deterioro de los ríos, de los suelos y las aguas
marinas.
El 74 por ciento de los habitantes de la
provincia Santo Domingo y el 70 por ciento de los pobladores del Distrito
Nacional perciben que viven en un entorno contaminado, de acuerdo a los datos
citados por el Informe sobre Desarrollo Humano.
“En muchas partes del mundo, la inadecuada
disposición de los residuos y desechos sólidos encabeza la lista de problemas
ambientales. Para esto, se han propuesto y ejecutado diversos planes y
programas, que abarcan localidades, regiones o un país entero; esto indica que
no se trata de un tema desasistido, y que –por el contrario- hay personas
preocupadas, y ocupadas, en lo que respecta al problema de la
basura”, dice Rosángela Blanco Rodríguez - Venezolana.
Educadora. Cursa estudios de Postgrado en Gestión Ambiental
Baja asignación presupuestaria
Sostiene el documento del PNUD que las principales debilidades de la gestión ambiental pública dominicanaestán asociadas a las limitaciones de recursos para el monitoreo, la fiscalización, la educación y la comunicación ambiental.
Según el Informe, la asignación
presupuestaria destinada a la protección ambiental es de un 0.11 por ciento del
Producto Bruto Interno, cifra que define como “pírrica” frente a la
responsabilidad “de velar por el control ambiental de la actividad productiva y
la gestión de los recursos naturales y la biodiversidad”.
Indica que la asignación presupuestaria para
la protección del medio ambiente se redujo nominalmente en el año 2006, pero
que en términos reales la disminución de los recursos data del año 2002.
Subraya también que mientras en países como
Costa Rica, el Estado destina el 0.64 por ciento de su Producto Bruto Interno a
la gestión y protección ambiental, en la República Dominicana solo se
asigna el 0.11 por ciento a este renglón.
Sabemos que el nuevo gobierno del
presidente Danilo Medina deberá afrontar múltiples problemas, como la seguridad
ciudadana, las fallas en la educación, la crisis eléctrica, el
déficit fiscal, la creciente deuda externa, la escasez de viviendas para los
pobres, la demanda de mejores servicios de salud, etc., pero algo tendrá que
hacer para evitar que por nuestras calles circulen miles de vehículos
contaminantes en grado sumo, sin que se apliquen las sanciones debidas a sus
responsables.
Se agrega a esto las toneladas de basura
que se amontonan en las calles y avenidas de Santo Domingo y otras ciudades,
generadoras de enfermedades de la piel y la leptopirosis trasmitidas por las
ratas, desperdicios que también producen cucarachas y otras alimañas
perjudiciales a la salud.
Los especialistas denominan
contaminación ambiental “a la presencia en el ambiente de cualquier agente
(físico, químico o biológico) o bien de una combinación de varios agentes en
lugares, formas y concentraciones tales que sean o puedan ser nocivos para la
salud, la seguridad o para el bienestar de la población, o bien, que puedan ser
perjudiciales para la vida vegetal o animal, o impidan el uso normal de las
propiedades y lugares de recreación y goce de los mismos”.
La contaminación ambiental es también la
incorporación a los cuerpos receptores de sustancias sólidas, liquidas o
gaseosas, o mezclas de ellas, siempre que alteren desfavorablemente las
condiciones naturales del mismo, o que puedan afectar la salud, la higiene o el
bienestar del público.
Las estaciones de monitoreo
estratégicamente colocadas por especialistas del Programa de Calidad del Aire y
Control de Emisiones Atmosféricas, del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos
Naturales registran que la contaminación procede de las denominadas “fuentes
móviles”, debido a que el parque vehicular ha tenido un incremento alarmante en
los últimos veinte años y a que está constituido en su mayor parte por
unidades viejas con tecnología obsoleta y combustión deficiente.
José Andrés Rodríguez, especialista sobre
el tema, advierte que la situación se agrava por las emisiones letales del
funcionamiento de las generadoras eléctricas de emergencia, popularizadas en el
país debido a los apagones y de las que hay un inventario de más cuatro
millones de unidades importadas.
Santo Domingo y el Distrito Nacional ocupan
una superficie de 1,400.79 kilómetros cuadrados, La Dirección General de
Impuestos Internos (DGII) cita que al 31 de diciembre de 2011, el
parque vehicular ascendió a 2,917,573 unidades, registrándose 121,977 vehículos
de nuevo ingreso respecto al 2010. Del total de vehículos, el 50.8% son motocicletas
y el 23.3% corresponde a automóviles. La mayor parte de los vehículos se
encuentran en el Distrito Nacional, Santo Domingo1 y Santiago de los
Caballeros, con una participación de 31.2%, 15.8% y 8.2%, respectivamente.
Según Impuestos Internos, al clasificar el parque vehicular por
provincias, el 60.5% está distribuido entre el Distrito Nacional, Santo
Domingo, Santiago de los Caballeros y La Vega; y el restante 39.5% está ubicado
en las demás provincias que conforman el territorio nacional. En el
Distrito Nacional hay alrededor de 1.2 millones de plantas eléctricas de
emergencia, datos no actualizados hasta el momento de escribir este artículo.
La enorme cantidad de vehículos viejos que
circulan, la quema de basura al aire libre y las industrias que contaminan,
constituyen un problema a resolver con decisiones drásticas, aunque
apegadas a la Ley.
La combustión incompleta de los derivados
del petróleo produce monóxido de carbono, dióxido de sulfuro, óxido de
nitrógeno, ozono troposférico, dióxido de azufre y hollín microscópico
(partículas en suspensión), elementos éstos que alteran la calidad del aire y
producen daños o molestias graves a las personas y bienes de cualquier
naturaleza.
La razón del alerta
La orografía de la Hispaniola facilita que
en muchos sitios los vientos dispersen las concentraciones de contaminación
hasta las capas más altas de la atmósfera. “Pensábamos que las emanaciones
toxicas iban y venían, afectando a otras zonas, pero los vientos las diluyen como
si fuera un ‘lavado’ y eso nos favorece”, asegura Rodríguez.
Ese beneficio de la naturaleza es parcial. Las estaciones para vigilar la calidad del aire registran que en los lugares donde las emisiones contaminantes son a nivel de suelo y se mantienen estacionarias, estas superan los límites permitidos y violan las normas ambientales.
Los sitios donde Ministerio de Recursos
Naturales ha colocado equipos de monitoreo son el edificio de Radio
Televisión Dominicana, en el colegio San Francisco de Asís, kilómetro 9 de la
carretera Duarte, Avenida 27 de Febrero con Isabel Aguiar, en el entorno del
elevado de la Máximo Gómez, en el barrio Santa Bárbara y en la Nutrition
Foundation.
También se han colocado dos juegos de
monitores en cada uno de los municipios de la provincia Santo Domingo, en Haina
y en Santiago. En todos estos puntos se han detectado niveles de contaminación
verdaderamente preocupantes.
Normas que no se aplican
Las normas ambientales de calidad del aire
y control de emisiones existen desde el año 2003, pero las mismas no se
han podido aplicar para controlar las emisiones de contaminantes de los
vehículos y plantas eléctricas de emergencia debido a que primero se debe
regular la calidad de los combustibles.
Las personas que inhalan con frecuencia
aire adulterado por las emisiones de los vehículos y las plantas eléctricas de
emergencia se exponen a la irritación de las membranas de las mucosas, efectos
en el sistema nervioso central alteraciones en el sistema cardiovascular,
arritmia cardíaca, cefalea (dolores de cabeza), disminución de la hemoglobina
que transporta oxígeno a los tejidos, problemas en los pulmones y vías
respiratorias, asma, neumonía, mutacionesa nivel celular, cáncer, neurosis,
disminución de la capacidad de aprendizaje y reducción del trabajo físico e
intelectual, etc.
José Andrés Rodríguez, otro especialista sobre
la materia, asegura que en el caso de la contaminación producida por
vehículos en mal estado “no se puede implementar la norma y utilizar los
mismos combustibles porque los vehículos van a seguir contaminando. Usted pone
un catalizador y éste se daña con los tóxicos que se desprenden de los
combustibles”.
En República Dominicana el organismo responsable de la calidad de los combustibles es la Dirección General de Normas y Sistemas de Calidad (DIGENOR).
Los técnicos de esa dependencia y de Ministerio
de Medio Ambiente trabajan en conjunto para aprobar las normativas y
dotar a los vehículos de una revista ambiental de control de emisiones que
certifique que están en condiciones de transitar por el país. Esto no se
ha hecho. El trabajo también estaría coordinado por la Autoridad
Metropolitana de Transporte y las direcciones de Tránsito Terrestre (AMET), de
Impuestos Internos (DGII) y de Aduanas (DGA).
Sin embargo, la contaminación sigue su agitado curso
mientras la población indefensa sufre las consecuencias, lo que incrementa los
gastos de salud en los hospitales del Estado.
Por la intensa deforestación, sobrevive sólo el 2% de los bosques de Haití
El 70 por ciento de la energía en Haití, tanto industrial como
doméstica, proviene de la combustión de la madera y del carbón: PNUD.
A pesar de que en 1995 fue creado el Ministerio de Medio Ambiente
haitiano, al día de hoy éste no cuenta ni con una ley ni con un titular y sólo
tiene asignado el 0.25% del presupuesto nacional.
Los mexicanos somos especialmente sensibles y
solidarios frente al sufrimiento de otros pueblos, especialmente cuando éstos
son devastados por terremotos como los que –hace 25 años- padeció la capital
azteca. A lo largo de la semana, hemos visto fluir la bondadosa ayuda del
pueblo y del gobierno mexicano para Haití, buscando con ello regresar a la
normalidad, en la medida de lo posible, a millones de personas que en unos
cuantos segundos lo perdieron todo.
Las desgarradoras imágenes del desastre y la
intensidad con la que fluye la información sobre la emergencia en Haití,
pudiera hacer pensar a muchos que, antes del pasado 12 de enero, aquel pueblo
caribeño del que poco se escucha hablar tenía una vida plácida y hasta
exuberante. Pero no es así. Lo cierto es que, a lo largo de su historia, Haití
ha vivido un interminable recuento de intervenciones extranjeras y de convulsiones
políticas al interior; ha padecido el desmedido saqueo de sus recursos
naturales; su vida institucional es débil y su pueblo vive sumido en la pobreza
extrema.
Los expertos han señalado que Haití corre el
riesgo de convertirse en el primer desierto de la región caribeña, a causa de
la descomunal deforestación que se ha hecho de sus bosques. Si bien, durante
los siglos XIX y XX, grandes extensiones de su territorio boscoso fueron
transformadas en plantaciones azucareras y bananeras propiedad de empresas
trasnacionales, ha sido durante los últimos 20 años que Haití ha perdido la
mayor parte de sus bosques.
La magnitud de esta devastación ambiental
–hoy desnudada también por el terremoto- se explica al saber que en Haití más
del 70 por ciento de la energía, tanto industrial como doméstica, proviene de
la combustión de la madera y del carbón (PNUD). En la actualidad, esta nación
caribeña conserva tan sólo el 2% del total de los bosques que alguna vez tuvo.
De acuerdo al Informe Mundial
sobre Desastres Naturales de la ONU (2004), junto con otros
factores políticos, sociales y económicos, la situación del medio ambiente en
Haití le coloca entre los países más vulnerables de todo el planeta
frente a los desastres naturales y el cambio climático.
Se dice que a lo largo de todo el siglo XX, aquel país sufrió un total de 16 huracanes, 25 fuertes inundaciones, un grave terremoto y siete sequías, en los que murieron más de 15 mil personas. En lo que va del nuevo siglo, solamente durante los meses de mayo y junio del 2004, alrededor de 3 mil personas perdieron la vida en Haití a causa de las graves inundaciones.
La ONU ha explicado esta desgracia como la
consecuencia lógica de la fuerte deforestación del territorio haitiano y,
también, por el consecuente éxodo de la población rural a los centros urbanos
(donde los asentamientos humanos crecen en sitios de alto riesgo, como laderas
de los ríos y tierras bajas). Especialistas del Programa de las Naciones Unidas
para el Medio Ambiente (PNUMA), han dicho que para Haití no hay recuperación
posible ni punto de retorno en cuanto a la devastación de sus recursos naturales
y de sus ecosistemas.
A pesar de que en 1995 fue creado el
Ministerio de Medio Ambiente haitiano, al día de hoy éste no cuenta ni con una
ley ni con un titular y sólo tiene asignado el 0.25% del presupuesto nacional.
De sobra está decir que en ese país no hay ningún tipo de coordinación
institucional en materia ambiental ni de recursos naturales. La experiencia
haitiana nos deja la enseñanza de que un país que no cuida sus bosques y sus
recursos naturales, condena a su gente a la más lamentable pobreza,
exponiéndole además a sufrir los embates de fenómenos naturales que,
lamentablemente, hoy cuentan ya por cientos de miles a sus víctimas.
Haití nos enseña que es necesaria la
solidaridad entre los pueblos para encarar el desastre y remontar la emergencia
ahí donde se dé, pero que esto no es suficiente. Después de la importantísima
ayuda que brindan las personas llevando alimentos, medicinas y agua a los
centros de acopio, tendrá que venir la asistencia de los gobiernos de todo el
mundo para que Haití esté en la posibilidad de generar energía limpia, revertir
el profundo deterioro ambiental y –en lo posible- poner de pie a su entrañable
pueblo.
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